domingo, 7 de marzo de 2010

Claudio, El Hombre Pez y Mandala

Hoy tuvimos comida familiar y después hicimos magdalenas con chocolate para desayunar mañana y que han salido buenísimas... eso quiere decir que alguna ya no verá el sol, jejeje!


Nos fuimos a dar una vuelta hasta Liérganes y primero tomamos algo en El garaje de Claudio, un bar-café para pasar la tarde en plan tranquilo, sentados en sillas-butaca de mimbre.
Es un sitio muy de domingueros con hijos y suegros, domingueros que están mas pendientes de los demás que de su propio entorno.
El local no es del todo feo, un poco frio en cuanto a decoración y temperatura. Yo pondría lámparas de pie o de mesa en vez de focos halógenos para hacerlo más acogedor, plantas naturales en vez de plantas de plástico, un resorte en la puerta de entrada para que se pueda cerrar sola y no se tenga que levantar nadie cada dos por tres a cerrarla por el frio y pondría una dueña con cara más simpática y agradable, que con el local lleno como lo tenía debería estar más contenta.
Aparte de todo esto ya os digo que no está mal el sitio si queréis tomaros un café en plan tranquilo en Liérganes.

Queríamos merendar algo y viendo que en El Garaje de Claudio los churros no tenían muy buena pinta, parecían los típicos congelados, pues nos fuimos hasta El hombre pez, un clásico de Liérganes.

A mí los churros ni fú ni fá y siempre me pido aquí el brazo gitano.
Han pasado algunos años desde la última vez que tome brazo gitano en este sitio pero siguen haciéndolo igual de rico, muy casero y muy natural. Nada que ver con lo que venden en muchas pastelerías, Lupa, Carrefour, etc.
Un café mediano, una de churros y un cola cao (un chocolate hubiese sido demasiado) completaban la merienda. Nos cobraron seis y pico, 6,80€ creo recordar, no me parece caro.
El trato muy bueno, como siempre, la decoración la de siempre también jejeje!, pero bueno, es de esos sitios que de lo rancio que es te llega a gustar, muy limpio todo y cuidado, antiguo pero cuidado, fijaros en la superficie de la mesa.



Después tiramos para Santander y nos acercamos hasta el Mándala antes llamado La Cala.

En la calle Pedrueca nº4 frente a la Fundación Marcelino Botín, situado entre el bar El Emboque y el bar Tívoli.
Hace tiempo que tenía ganas de entrar desde que lo reformaron, desde fuera ya tiene buena pinta, pero también es cierto que da un poco de respeto, ya que parece más bien un Club de "camareras simpáticas", ya me entendéis.

Según entré dos cosas, una; me pareció una pasada lo bonito que lo han dejado y dos; parece mucho más pequeño el local que cuando era La Cala.
Las camareras... pues... en la línea de lo que te puedes encontrar por Santander, rubias oxigenadas con cara de perdonavidas y bueno... bordes.
Nos pusieron un cuenquito con las típicas gominolas, conguitos y almendras, estas últimas estaban hasta buenas, ya que muchos de los frutos secos que te dan por ahí están más rancios que yo qué sé.

El sitio muy agradable, muy bonita la decoración y muy acogedor, volveré.